1ª de cuá

Dos personas escriben en este blog (queda indicado quién escribe qué al inicio de cada entrada): Titolino y Titolina, pretendemos contar estados de ánimo, recuerdos, pequeños momentos, fantasías y deseos. Bienvenidos los que sienten de verdad o los que guardan un pequeño espacio dentro para hacerlo algún día... ***Textos e imágenes registrados en la Propiedad Intelectual. Prohibida su reproducción total o parcial sin el permiso expreso de los autores***

15 agosto 2006

Jardines japoneses, noche de agosto, agua.

Titolino a.k.a Delirios del Caucaso (Akuma).


Si es que no puede ser…
Los impulsitos sexuales a veces nos convierten en animalillos, con mirada brillante y pocas palabras, dos cuerpos fluyen, se acarician y se vengan el uno del otro.
Emmanuelle Love, con su pianillos y saxos a lo Boney James, erótica doméstica, amorcito de verano.


Akuma e Ibuki son dos chicos en la ciudad del asfalto, Neo Tokio con sus ir y venir de tecnologías traídas por los turistas más exóticos, una noche de agosto; un mal rollo anterior.
Salen a dar una vuelta, al principio hablan poco, pasean hasta un lugar donde todos están muy tristes.
Después de algunas calles, de más para prolongar lo pasos, y las conversaciones más impersonales, una tímida mano emprende la misión: acariciar la mejilla de Ibuki.
Misión cumplida, una rojez los invade, dejan de caminar, se miran y se abrazan.

Ibuki va contando sus cosas al viento, Akuma pillándole la métrica al Sicario o a Bukowski, atrapado en un haiku mirando sus piernas.
Se miran a escondidas, se dejan pasar.

Después de varias copas de sake, la noche no quiere acabar.
Ibuki dice que tiene que irse a regar las macetas del jardín de sus tías,
Akuma también quiere regarlas.

Van a casa, no se miran en el minúsculo ascensor.
Suben al ático, allí había una calentura de todo el día dándole el sol, era un calor denso pero limpio.
En la madrugada las motos suenan con ese ruido de estar metidas en un tubo cósmico, resulta agradable ver la ciudad desde tan alto, silencio de verano.

Se suben los perniles del pantalón hasta las rodillas, llenan los cubos de agua, comienzan en silencio.
Geranios, claveles, cintas, helechos, más de una veintena de plantas regalando su olor a la noche.
Y el agua, el calor; las miradas desde atrás cuando se agachaban a regarlas, ser descubiertos al hacerlo, la sonrisa y esa mirada de Ibuki.

Jardines japoneses esconden secretos, juegos con regaderas, resbalones con chanclas.

Una vieja historia cuenta la intimidad de los jardines japoneses:

Un maestro jardinero del templo Min, sentado sintiendo la pasión del agua entrando en la tierra, el aire escapándose entre un verdor oscuro, íntimo; es interrumpido por su ayudante.
-Maestro, ¡Qué bello es el jardín!, estamos haciendo un buen trabajo.
(el maestro lo mira con media sonrisa en la boca y le dice)
-¿Cómo puedes saberlo?
(Sanhha, el ayudante, lo mira desconcertado y se sienta a su lado.
Una voz lenta, calculada aparece)
-El jardín es quien te mira, tú no eres el protagonista. Él es el que te hace bello a ti por poder trabajarlo, por mirarte.
Recuerda esto cuando él te toque, cuando tenga sed y tú corras como una hormiga a por ella.


Algo así les pasó a Ibuki y Akuma. Fueron bellos en el jardín , miles de ojos lo hicieron.

1 Comments:

Blogger chá said...

muy bonito, una lástima.

Balseritos mi no entender.

plagaria: que no te hagan daño ea ea ea...

besitos desde el periquito melchor.

Titolina sin perrito feo-.

11:42 p. m.  

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