De reojo.
De reojo.
A las páginas de tu mirada.
“Jardines de maravillosa espesura
traen tus manos a las mías,
caminamos por ellos,
las huellas vuelven a cubrirse,
quedan como nuevos
para poder ser pisados
por quienes respetan las naturalezas,
el oxigeno y las palabras.
No es tan buen perro
quien mucho ladra,
tampoco son tontos
quienes sus emociones
hacen viajar con la sonrisa
como única palabra;
bellos grabados al agua.
Hay cosas sencillas y libres
como las yemas de los dedos,
el tacto es sabio y buen espejo
de lo que somos,
de lo que vivimos en las páginas
de nuestros libros;
gracias por poder leer el tuyo,
te presto el mío sin tener que pedirlo,
no hay sanciones bibliotecarias
si arrancas alguna hoja
y la conviertes
en un avión o un barquito.
Minutos, ¿Qué es eso?,
los relojes no traen nada bueno;
el tiempo es un caracol al solecito
que viaja cuando quiere hacerlo,
y eso no lo entienden estos humanos
que se empeñan en poner nombres feos
a las cosas para poder vivirlas
y así sentirlas fácilmente
por estar ya creadas.
Onírica te llamas,
sin malas leyes,
esas cuerdas que al tirar de ellas queman.
¡Qué bonita eres
cuando me miras de reojo!”
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