1ª de cuá

Dos personas escriben en este blog (queda indicado quién escribe qué al inicio de cada entrada): Titolino y Titolina, pretendemos contar estados de ánimo, recuerdos, pequeños momentos, fantasías y deseos. Bienvenidos los que sienten de verdad o los que guardan un pequeño espacio dentro para hacerlo algún día... ***Textos e imágenes registrados en la Propiedad Intelectual. Prohibida su reproducción total o parcial sin el permiso expreso de los autores***

12 octubre 2006

GRAVEDAD (I)


****Titolina****

He apuntalado bien mis pies al suelo y, aún así, quieres que te enseñe a saltar entre dos paracaídas sin anillas de seguridad. Para tocar el techo con las manos no hacen falta excusas de gravedad cero, basta con subirse a la tortura de tus rodillas o hacer un agujero en el suelo y saludar al vecino.

Vives en una cámara oscura, recibiendo sombras que mis reducciones al absurdo te proyectan. Rasgas la imagen, confías en el negro como único color válido y te tomas un café, corto de café, largo de respiro. Mínimo absoluto. Común. Múltiplo.

Está bien, te contaré qué hice ayer, cuando aún no andaba apuntalada… resulta que encontré una pestaña en el gallinero del autobús. Resulta que, de repente, me di cuenta de dónde estaba, hacia dónde iban mis labios cuando me gritabas. Entonces salté por la ventana, y llegué a la conclusión de que, si dejaba de correr, caería al suelo por inercia y moriría.

Así que corrí, corrí hasta que el chico que siempre lleva pantalones cortos se raspó una rodilla con las huellas que dejé tras mi carrera. Llegué al mar, primero a la arena, sin dejar de correr, clavándome los guijarros y las palabras que soltaste sin previo aviso. Con la sangre escocida por la sal de tus mareas me reconfortaba.

Corrí y corrí, me adentré en el agua con “Smells Like Teen Spirit” retumbando en mi cabeza, hasta que, de golpe, sentí el agua helada quebrando mis oídos, el silencio entre el agua hizo que mi único objetivo fuera llegar al fondo…

…más abajo, más abajo.








Más abajo.

Al fondo llegué, con todos mis eneatipos destrozados, del primero al último, destrozados.

Me agarré a una piedra clavada en la zona abisal. La abracé, y me quedé allí un rato, respirando mi verdad, con los pies colgando del agua y flotando la calma en la rabia.

Abro los ojos, los cierro, aún me dan escalofríos serenos al recordarlo.
Pero ahora estoy volando, en mi nube, con los pies apuntalados…
…y, aún así, quieres que te enseñe a saltar.

Ya soy yo. Para tocar el suelo con las manos, no hacen falta excusas…

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