1ª de cuá

Dos personas escriben en este blog (queda indicado quién escribe qué al inicio de cada entrada): Titolino y Titolina, pretendemos contar estados de ánimo, recuerdos, pequeños momentos, fantasías y deseos. Bienvenidos los que sienten de verdad o los que guardan un pequeño espacio dentro para hacerlo algún día... ***Textos e imágenes registrados en la Propiedad Intelectual. Prohibida su reproducción total o parcial sin el permiso expreso de los autores***

12 octubre 2006

Puntear.


****TItolina****

Se levantaba todos los días a la misma hora. Nunca entendió muy bien por qué, ya que no tenía ningún deber que cumplir a las ocho y cuarto, sólo escribir. Escribía una frase, y negociaba con las palabras que quedaban sueltas un acuerdo: serían parte de una novela.

Así fue cubriendo su cuaderno de palabras sueltas, esas que en la frase de las ocho y cuarto no encontraban su lugar.

Palabras que vagan sin rumbo por el aire, en mi mente, palabras que no dejan nada claro, y que, según la cadencia con la que se dicen, pueden hacerte llorar.

Pero ese día era distinto. Se había pasado toda la noche sin dormir, y, a las ocho y cuarto, no había ninguna frase que escribir. Lo único que se repetía en la cabeza era una sola palabra: puntear.

No sabía por qué esa palabra. No era una gran palabra, ni siquiera le había hecho emocionarse, ni transmitirle ningún tipo de sentimiento…Sólo era puntear.

Aún así, la escribió en su libreta. Y, en la otra libreta, la de las frases, dejó un espacio en blanco, y a pesar del sueño, decidió dar una vuelta, para poner remedio al pesado dolor de cabeza.

Como no podía dejar de pensar en aquella palabra, se la escribió en la palma de la mano, para ver si le encontraba algún sentido por el camino.

Pero nada.

Al cabo de unas horas, decidió que lo mejor que podía hacer era ir a recoger a Miriam al colegio e invitarla a un batido. No tenía por qué recogerla, ya era bastante mayor como para regresar sola, y su madre se enfadaría si se enteraba que su comida ese día había sido un batido, pero a ninguna de las dos le importaba.

Miriam salió de clase la última, como siempre, y, arrastrando la cartera y el estuche, bajó las escaleras a todo correr hacia aquella persona que tenía en su palma la palabra puntear, ya emborronada.

- ¡gané el primer premio!¡gané el primer premio de literatura!- dijo Miriam

-Yo también gané el primer premio, y tu madre, y tu abuela, no te hagas la interesante.

-Sí, pero me van a dar un estuche genial.

-¿un estuche?¿un estuche genial? Nos has ganado a todas, a mí me dieron una muñeca de trapo.

-Sí. Un estuche genial que tiene hasta esa regla para dibujar iglús.

-Sublime.

-Me he ganado un batido, ¿no?

-No. No me has enseñado tu historia. Nadie se merece un batido sin enseñar la historia que ha provocado que ganes un estuche genial.

Le enseñó la historia mientras le hablaba del estuche, de sus dos pisos de lápices y rotuladores.

Y allí estaba, entre esos dos párrafos:

“En el colegio casi todos sus compañeros la miraban muy extrañados por la manera que tenía de quedarse fijamente mirando al infinito. Porque Lucía miraba al infinito-comentaba siempre su compañera de pupitre-. No parpadeaba. Era asombrosa la capacidad que tenía para estar pendiente de las divisiones con decimales sin perderse ni un momento de ese infinito.

A veces la señorita llamaba su atención elevando un poco el tono de las explicaciones, o probaba a PUNTEAR con la tiza en la pizarra con más intensidad de lo normal. Pero lo único que conseguía era que los ojos de Lucía se clavaran por unos instantes en la pizarra para ver el infinito en ella”

-Me inspiré en ti. Lucía eres tú.

-¿cómo…cómo se te ocurrió esa palabra…puntear?

- Al principio no sabía qué poner, hasta que me acordé de que una vez me contaste que, de pequeña, en el colegio, no te dejaban nunca usar las tijeras, porque eras un año más pequeña que el resto de la clase, y, aunque tu sabías usar las tijeras muy bien, te tuviste que pasar todo el año haciendo puntos muy fuertes con el lápiz para luego, presionando un poco el papel, recortar lo que quisieras. Me pareció muy ingenioso, así que, ese mismo día, punteé el dibujo que me hiciste y lo colgué en mi habitación. Puntear es divertido cuando no te obligan a hacerlo.

La vida esta llena de grandes historias…Cervantes, Virginia…pero, antes de eso, están las pequeñas , las que te hacen estar de acuerdo con que vivir es tan genial como el estuche.

Casualidad o no, en mi libreta de palabras sueltas (esas que en la frase de las ocho y cuarto no encuentran su lugar), no hay palabra más llena de contenido que puntear.

Las palabras se llenan con lo que somos.

Puntear es rabiosamente genial.

Yo la miro a veces, orgullosa.

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